Fue la mano de dios. Una obra maestra.

La vida es la historia que te cuentas, la sensibilidad es la capacidad que tienes para percibir con que contarla, para verlo que te rodea y el arte es la mentira que usas para contar las grandes verdades, el genio es el que lo logra.

Sorrentino ha dado su gran paso con Fue la Mano de Dios, lo ha hecho, ha montado una gran mentira para contar grandes verdades, llena de belleza, exuberante y contenida, pocas veces recuerdo un arranque de una película más bello  y arrebatador, una mujer que reclama con sus pechos, una lámpara de lagrimas iluminada estampada contra el suelo, una ciudad de Nápoles donde desearías pasar el resto de tu vida.

No hay ni un plano que no sea bonito, ni una prenda, ni un objeto, las baldosas de la cocina, y lo más importante, no hay ni un disfraz, no hay ningún personaje que este caracterizado, simplemente son. Hemos visto tantas y tantas películas ambientadas en nuestras infancias donde nos damos cuenta de las pelucas, donde todo se subraya tanto para que recordemos la época que al final parecen películas rodadas en una dimensión paralela, un simulacro alejado de nosotros, una anomalía extraña, un rostro con las proporciones mal dibujadas, duele a la vista.  Aquí se te olvida, parece hoy pero cuando es necesario recaes en el Walkman del protagonista, o en el precioso vestido a rayas de la madre o en las flores del estampado que forman las baldosas de la cocina o la cama nido del hermano.

Habitas todas las estancias con comodidad, como si hubieras estado ya en ellas porque viviste en ese tiempo, es de una naturalidad preciosa, como la caída de la ropa sobre el cuerpo cuando está bien cosida y los tejidos son de buena calidad.

Toda la película habla de la verdad, pero desde la mentira del arte, percibes que es un cuento, pero por necesidad, para comprender lo incomprensible de la vida, todo se explica de forma sencilla para ser comprendido por el que no ha llegado ahí todavía.

Tiene infinidad de momentos que son lecciones de vida y una lección imprescindible para cualquiera que quiera ser artista.

Como habla de Maradona, como comprende lo que representa un ídolo, la capacidad transformadora para interpretar la realidad de una comunidad, es como una carta de la baraja donde leer la propia vida, no es un futbolista, es un instrumento mágico que da sentido a lo que no lo tiene, por eso me gusta Maradona detestando el fútbol, me gusta por lo que representa para los demás y la lectura que hacen de la vida a través de él. Eso es ser una especie de Santo. Hay momentos revolucionarios en la película a través de los actos milagrosos de Maradona, sin ser lo principal de la película, es el eje mágico de esta.

Es apasionante como refleja a una familia totalmente desestructurada feliz,  que sufre hasta limites irracionales y que lo supera a través del humor y mucho más allá,  lo superan a través de la broma, en la película hay bromas memorables para superar auténticos dramas que derrochan belleza en el acto en si.

Y luego está la poesía, la poesía italiana, el erotismo de esas gentes, inigualable, incorrecto y maravilloso a partes iguales, todavía transgresor por lo animal. La poesía en cada ruina, en cada hoja de parra, en cada callejuela, en cada paseo en moto, en cada noche, en las puestas de sol, en cada rayo de luz, en el cuerpo de mujer de la tía, en el plano desnuda en la barca, pocas veces veremos algo parecido.

La poesía en el patio del colegio donde en una misma pista se jugaban 20 partidos de fútbol simultáneos. En ese caos donde todos saben a que valón chutar entre todos los que hay, en mi colegio era igual. El desorden feliz, la desestructura familiar donde habían cosas también buenas, en la libertad por encima de lo estable.

La película tiene auténticas claves y llaves para la vida, como cuando el director de cine admirado por el protagonista, le interpela a que no se rompa nunca, cuando le dice que ha de tener algo que contar, cuando le da toda una lección de arte que en realidad se la da Sorrentino a si mismo. Después de haber huido de si mismo con sus otras películas y al final en esta haberse enfrentado a su dolor con toda su belleza. El director le espeta que no se vaya a Roma, diciéndole que su historia está ahí, en Nápoles, que no es posible que una ciudad así no le inspire. 

Tiene lecciones para si mismo constantes, cuando su amigo preso le dice que los huérfanos siempre están enfadados pero que nunca olvide que es libre. Cuando le dice a su hermano que después de los sucedido cree que nunca será feliz, no quiero desvelar la historia de la película, es lo de menos, pero si señalar estos momentos para que os fijéis porque son perlas salvajes dentro de una ostra, no quiero que os la traguéis y no os deis cuenta porque cuando os deis cuenta, os cambiara por dentro como cuando percibes el brillo del nácar.

Creo que ese brillo tornasolado que tiende al verde esmeralda y al morado, es el brillo que mejor define a la película, a Italia y a Sorrentino.

Lo admiro, lo admiro porque como las grandes obras lo escuché hablándome a mi, se que es casualidad, pero las emociones que narra se iban encadenando cronológicamente con emociones que he sentido, un torrente imposible de frenar y que da sentido a mi sinsentido, como Maradona para los Napolitanos.

Es un milagro de película.




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