Los Goya, la caída de Roma.

Este año tampoco vi los Goya, me dan una grima que no lo puedo soportar, a veces los veo porque han premiado a algún amigo o ha estado nominado, cuando han ganado me he alegrado mucho por ellos y en lo personal he sido muy feliz y en alguna ocasión he sentido la felicidad como algo propio. A mis amigos no los veo nunca pero los quiero mucho.

Pero eso no quita que deteste profundamente a esos premios, son solo una excusa para impulsar a una industria sobredimensionada y para crear la ilusión de potencia y prestigio.

Nunca entenderé porque la pasan por televisión y otras galas de premios no, bueno, si que lo entiendo, es porque las mayoría de películas las financian las televisiones o tienen una gran participación.

Tampoco entiendo el bombo que se dan a ellos mismos con esos discursos que dan ganas de llorar, como tampoco la manía persistente y enfermiza de vestir a las mujeres como platos de cocina de restaurante de cinco tenedores y a los hombres como a camareros.

Siempre hay alguna que se revela y se viste ella de camarero. Lo siento pero esa no es la solución.

He de ser sincero y reconocer que lo que me da más rabia es el reconocimiento que tiene el cine respecto a otras disciplinas artísticas y lo grandes que se creen cuando el 90% de producciones, a parte de costar lo que cuestan y estar subvencionadas, son una auténtica basura, pero una basura como un castillo de grande, auténtica mierda para colmo adaptada en otro porcentaje muy grande, es decir que cogen obras de arte y las adaptan para tontos e incluso creen que las mejoran.

Pero otra cosa que me repatea el estómago, es el trato que se le da a los guionistas y creadores de la idea o el argumento de la película, se les trata como a peones sustituibles, en cambio al director/realizador se le trata como al gran creador, por no hablar de los actores, en su mayoría son seres totalmente inseguros, solo hay que escuchar sus discursos para comprobarlo o ver la vida que llevan. Esa fama sobredimensionada y el hecho de depender absolutamente  del equipo y sobre todo de los guionistas y en gente que les apuntale, les vuelve unos tiranos,  gente rara y excéntrica. Desarrollan todo tipo de perversiones destinadas al control y al dominio de su entorno.

Está claro que ellos no tienen la culpa, todos estaríamos igual si supiéramos que nuestra vida es medio mentira y que tu obra depende de que te metan una cantidad de dinero ingente para poder rodearte de artistas y artesanos verdaderos que te catapulten a ti a la gloria y hagan realidad a los ojos de todos la gran mentira. Encima tienen el morro de llamar al cine la gran ilusión.

Una gloria por otra parte envenenada, la fama, una fama que te chifla, tienes constantemente a los medios y a los sistemas de promoción y marketing colocándote el foco y las miradas de todos. El ser humano no está hecho para ser observado y juzgado por tantos, como mucho 50 o 30, los miembros de tu tribu, y eso te vuelve loco igual, pues imaginad que te observe el planeta entero o España entera en los putos Goya, eso no es sano para nadie.

El cine, la arte posmoderna por definición, es un artefacto que se nutre del resto de las otras artes y crea una gran ilusión, chunga y monstruosa, aunque bien es cierto que ha dado obras de arte inconmensurables pero eso no quita que toda esta parafernalia de los Goya, Oscars y submierdas derivadas de su industria, solo sirva para empeorarlo todo y para que se hagan felaciones entre ellos, una orgía que los chifla más si eso es posible.

Muchos de los que rozamos ese mundo, mientras ellos beben champan y esnifan cocaína, seguiremos disfrutando de la creación, con unos Plastidecor o un folio y un boli, unos colores o simplemente con nuestra imaginación que es la que transforma el mundo y no un discurso en una aburrida gala, solo hecha para recuperar lo invertido y que la rueda de los locos siga girando.

La caída de Roma.

 

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