Mi segundo concierto, King Diamond, me quise morir.

 Al primer concierto que fui fue a ver Manowar, ya lo conté, el segundo a King Diamond, y mi interés por el heavy ya prácticamente desapareció y me di cuenta del nivel de absurdo que podía llegar a alcanzar semejante género musical. Empece realmente mal en el mundo de la música en directo viendo a dos de los mayores papanatas que han pasado por España a tocar. Tuve mala suerte de verdad. 

Fue  en la gira del Them, disco esperpéntico como pocos en la historia de la música prensada en vinilo, ahora lo escucho y es tan chorra y barroco por lo repleto de momentos fantásmagoricos e infantiles, de película de miedo, no confundir con terror, miedo de telarañas de spray de tienda de objetos de broma, que incluso me parece interesante y guay.

La voz de Kin Dimoni,  como me refería a él entonces (En catalán suena igual que "Qué Demonio") es la voz más dolorosa que ha habido nunca, y digo dolor porque causa dolor y sordera. Un dolor de perforar el tímpano, es una voz gritona y molesta, una deformación de Robert Plant, sin haber entendido nada, lo heavy por lo heavy, una voz de pito que nadie ha osado volver a usar para pronunciar nada que se considere música. Un falsete que imita a una anciana anfetamínica sin ton ni son, ridículo, feo y de broma.

El concierto no me gustó a pesar de que se esforzaron de mil maneras para hacer un auténtico show que jamás ibas a olvidar, así fue, sigo sin olvidarlo, pero fue nefasto.

Construyeron la casa de Abigail o quien fuera, nunca lo tuve muy claro, y en cada canción King iba saliendo por lugares distintos, ahora por una ventana, ahora salía por el balcón espantando las cortinas para ventilar la casa de fantasmas, ahora por una cornisa comiendo telarañas y para colmo en cada aparición salía gritando como un poseso pero sin el como, poseso de verdad, y con cada alarido me dolían más mis pobres oídos tiernos, tanto es así que me hice unos tapones con un pañuelo de tela que llevaba en el bolsillo, siempre he sido un "repipi" hasta en la etapa heavy. Lo corté a tiras como si fuera a hacerme un torniquete después de haber sufrido una herida de bala en la guerra de Vietnam y me introduje una tira de tela enrollada en cada oreja. 

Solo así pude terminar de ver el horror final, cuando metieron a King en un ataúd y le prendieron llamas para mi gran alivio, sin duda ese era el fin, si no hubiera sido porque se abrió el féretro endemoniado y pude ver el esqueleto de King arder. Creo que recordar que la última estrofa la cantó el esqueleto, pero puede que me lo imaginara.

No se que simbolizó ese final digno de una película de serie Peta Zeta.

Luego en la cama no podía dormir del dolor de tímpano que tenía, un pitido horrible que me remitía directamente a ese papanatas con la cara pintada como si fueran chorretes en una cripta de Plastidecor.

Es cierto que ahora algún disco de Meryiful Fate me hace su gracia y no está tan mal, pero nunca entenderé cómo algo tan infantil e ingenuo puede seguir gustando y ser de culto.

Qué mal lo pasé. Me quise morir. 





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