Sigue alumbrando.

El Daydream Nation, el mejor disco de Sonic Youth, no es que lo tenga muy claro, tienen tantos, pero si que fue el disco que consolidó ese sonido cristalino, disonante y cortante como un cristal de colores. Puede doler, puede brillar, puede atrapar.

Tintinea como una cucharilla en una copa o en una tacita de café llena de algún líquido un poco ácido, pincha y gusta. El tiempo lo ha macerado con la melancolía, recuerda a la juventud y encima con eso lo hace mejor, nunca sabe a rancio.

Para colmo la portada es la mejor, la vela de Richter, una vela que permanece congelada, estática como una fotografía, congelada y que da luz siempre, como una pequeña pila atómica sin fin. Una metáfora perfecta para un disco así. La llama de la juventud eterna, falsamente eterna, capturada en una pintura de esas que te siguen con la mirada, un trampantojo de la juventud.

Un disco eterno, una llama eterna, una obra de arte en la portada que encierra otra obra y te dice que nunca se va a apagar.

Para mi nunca lo ha hecho, sigue alumbrando.



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