El oro llama al oro.

Es bien curioso cómo medimos el éxito con el propio éxito y al final la calidad la demuestra la propia turba de seguidores. Contra más, más. Todos los editores, promotores, managers y demás elementos de la industria lo saben, y saben que una vez has superado un limite, ya solo si empujas un poco más todo se dispara y llegas a lo insospechado en un principio.

No siempre se logra, pero sin llegas a 1000 e inviertes otros tantos ya es algo exponencial.

En la sociedad humana la disidencia cuesta de admitir y se manifiesta el espíritu gregario, nadie de tu entorno va a decir que algo es malo cuando ya todos están de acuerdo, cuando se ha superado ese límite, la crítica deja de admitirse, y se desmonta con argumentos totalmente infantiles como la envidia, no entender, ser viejo o la burla. No se admite la traición al grupo como si se perteneciera a una secta.

Algo totalmente absurdo y más cuando estamos hablando de música Pop y de puros artefactos, construidos para una época determinada y una sociedad concreta.

Ser fan de Rosalía o de Tangana es ya como ser del Barça o del Madrid, tanto da lo que hagan, es algo espiritual. Además se les asocia valores extramusicales o propios de la obra que han hecho, se les otorgan valores propios como si procedieran de seres que han de dar ejemplo, como si fueran líderes de una generación.

Lo mas cachondo de todo es que ahora estamos metidos aquí y ni siquiera nos damos cuenta que hace bien poco eran otros en los que ni pensamos.

Podría decir que todo esto es el opio del pueblo, pero ojalá fuera eso, la droga no siempre está mal, es mucho peor, es la nueva colonia industrial, ellos te dan unos papelitos y tu se los devuelves consumiendo algo que se supone que es ocio. Un entretenimiento que para colmo tiene el valor añadido de venir con envoltorio de arte y de pertenencia al grupo ganador.

Todo es un decorado y además absurdo.