Siempre estoy triste.

Siempre estoy triste cuando no miran, hasta cuando rio, siempre estoy enfadado y triste,  pero también a veces se me olvida y estoy feliz.

Mi felicidad siempre depende de la distracción o del olvido, de no fijarme en este asco de vida, en no echar de menos nada, en no sentir el tiempo que no queda. 

Mi felicidad depende del gustito, del placer, del cuerpo, del arrebato, de lo que no me deja pensar y me despista totalmente, mi felicidad aparece junto a la nada, al pasar de todo, al murmullo del ventilador.

En los mejores lugares me he sentido infeliz, en las vacaciones es lo peor, en ese espacio libre dedicado al olvido todo se hace más presente que nunca y eso me pone triste o me enfada de tanta basura e injusticia que nos rodea.

No soy un señor despreocupado, soy un tipo que se preocupa, se lamenta, reflexiona y busca soluciones que no existen y eso le amarga y le ofusca.

Mi felicidad depende de la belleza y lo bonito, a veces se me muestra y hasta lloro de felicidad, no por lo que veo, si no por el olvido de todo. La belleza lo ocupa todo porque es perfecta, es el equilibrio de la naturaleza, es la perfección que fuera de ella no existe y que lo puebla todo.

En verano ¿Cómo hace la gente para no pensar en nada? ¿Cómo hacen para quedarse en Babia y que la felicidad vaya ocupando ese espacio vacío en sus cabezas?

Porque no me puedo creer que viviendo en el mundo en el que vivimos tengan una visión positiva de sus vidas, la vida no es un lugar agradable lo mires por donde lo mires, tengas dinero o seas pobre, siempre hay motivos para preocuparse, siempre hay algo por lo que lamentarse. 

Todo es una santa mierda menos cuando se me olvida.

La felicidad solo aparece cuando miro volar a una mosca, cuando se me cruza alguien guapo por la calle, cuando escucho una canción bonita, cuando algo me saca de mí.




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